A pesar de que no haya bases científicas que lo atestigüen, se suele decir que el sexo mueve el mundo. Que es el motor más potente que existe y lo hace girar todo. Por ejemplo, la pornografía es una de las industrias que más dinero mueve, como se puede comprobar en sirporno. Solo hace falta que nos quitemos las caretas y lo asumamos, para poder vivir el sexo con naturalidad, como hacen en Brasil.
A través de Internet se difunde todo más rápido y en cualquier lugar del planeta te puedes encontrar con contenidos sexuales, ya sean didácticos o puramente pornográficos a través de los cuales se va moldeando una sociedad que, en ese sentido, no tiene nada que ver con la de hace cincuenta años. Otro claro ejemplo es la publicidad, donde se ha dejado atrás la sutilidad de antaño para pasar mucho más explícita.
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Una conocida página web donde se anuncian viviendas en alquiler utilizó una serie de videos eróticos para captar la atención de los más jóvenes y animarlos a emanciparse de casa de sus padres. Obviamente, no tendría mucho éxito, pero el impacto que causó en prensa y redes sociales fue muy bien aprovechado para rejuvenecer su imagen de marca.
Aunque esta estrategia suele funcionar, en ocasiones suele haber rechazo por parte del público objetivo. Uno de los últimos casos fue el de la firma Calvin Klein, cuya ropa interior es de la que mejor se vende en el mercado. El «encanto» de esta campaña era que incluía fotografías y selfies con personajes famosos como Justin Bieber, Kendall Jenner o Klara Kristen. Daba la impresión de que si usabas esas prendas conseguirías su fama, pero se les tachó de machistas y retrógrados, ya no tanto por las autoridades sino por el sector más conservador de su público potencial, que realizó una contracampaña para intentar minar la imagen de la marca. Sea como fuere, el impacto publicitario fue desorbitado y seguramente la compañía no le importaron algunos comentarios negativos si a cambio conseguían mayor visibilidad.
En otras ocasiones, la polémica se genera cuando la publicidad erótica aparece en servicios públicos como los autobuses urbanos. En las localidades españolas de Barcelona o Valencia se aludía claramente al sexo para anunciar una serie de servicios que muchos usuarios consideraron indecorosos. Aquí ya entra un debate moral y social de mucho más calado: ¿está justificado este tipo de publicidad si revierte positivamente para las arcas municipales? ¿Es lícito obligar a un ciudadano a que monte en un autobús con publicidad que puede considerar hiriente?
El debate en torno al erotismo y la sexualidad podría alargarse durante horas y horas, sin embargo, lo que es innegable es su incidencia sobre la publicidad y el impacto que consigue causar en la sociedad.